Pequeños inocentes.
Lo he visto, parado como un gran hombre, en ese pequeño cuerpecito, abstraído, maravillándose con un pájaro levantando vuelo, o sorprendiéndose al sentir su primer escalofrío. Sí, juro haberlo visto hacer de cada día un gran descubrimiento, un mapamundi de secretos revelados, de misterios por resolver. Pude verlo, también, concentrado por extensos minutos en extraer pequeños trozos de piel de los costados de sus uñas minúsculas, en esos deditos traviesos y exploradores.
Pude observarlo por horas, extensas horas, y aún no logro comprender la vida tan bien como él, continúo sin explicarme como esos ojos pueden albergar tanta inocencia, tanta paz. Parece rodeado por un aura que aniquila cualquier retazo de maldad que intente acercarse, que lo protege y es alimentado por esa voz rebalsada de dulzura.
- Vení tiíto.
Y el mundo se derrumba, automáticamente los problemas se hacen trizas, cualquier pesimismo desaparece. Y allí está él, ofreciendo todas sus fuerzas a un solo objetivo; hacer girar la calesita. Y me acerco mientras me observa y se sonríe; él sabe lo que está a punto de pedirme y yo también. Nos entendemos, una picardía es dueña de todo el ambiente.
- Subí tiíto.
Otra vez esa voz, ternura por doquier. Obedezco, y ya estoy sumergido en su mundo; en un mundo donde no hay temores estúpidos, donde el concepto del ridículo no se comprende, y está bien que así sea. Estoy, entonces, parado en una calesita en medio de la plaza, dando vueltas como un niño en un cuerpo adulto, siendo impulsado por él. Tiene inocente poder, lo sabe y le gusta; cambió los roles, ahora es él el que manda, el que decide la velocidad, el que decide todo.
- ¿Querés que te haga girar yo ahora? – Le pregunto un poco inundado por mi incomprensible incomodidad de racionalidad adulta.
- No, tiíto, vos reíte.
Claro, que estúpido fui; está enseñándome a vivir, está mostrándome nuevas sensaciones. Me abrió la puerta de su universo y me empujó por el umbral. Y entonces me percato que no somos distintos, que no todo lo sé. Quiere gritarme que aún queda mil cosas por explorar, que el valor de todo está en el descubrimiento, en la exploración de las nuevas sensaciones.
Y entonces caigo rendido; y no puedo detener una carcajada mientas sigo dando vueltas de pie en una calesita, en medio de una plaza llena de gente que me mira, y me envidia. Y una mirada cómplice nos une, y nada más importa, nada más existe.
(Una tarde con Alain; mi sobrino)
Copyright © 2006
Pude observarlo por horas, extensas horas, y aún no logro comprender la vida tan bien como él, continúo sin explicarme como esos ojos pueden albergar tanta inocencia, tanta paz. Parece rodeado por un aura que aniquila cualquier retazo de maldad que intente acercarse, que lo protege y es alimentado por esa voz rebalsada de dulzura.
- Vení tiíto.
Y el mundo se derrumba, automáticamente los problemas se hacen trizas, cualquier pesimismo desaparece. Y allí está él, ofreciendo todas sus fuerzas a un solo objetivo; hacer girar la calesita. Y me acerco mientras me observa y se sonríe; él sabe lo que está a punto de pedirme y yo también. Nos entendemos, una picardía es dueña de todo el ambiente.
- Subí tiíto.
Otra vez esa voz, ternura por doquier. Obedezco, y ya estoy sumergido en su mundo; en un mundo donde no hay temores estúpidos, donde el concepto del ridículo no se comprende, y está bien que así sea. Estoy, entonces, parado en una calesita en medio de la plaza, dando vueltas como un niño en un cuerpo adulto, siendo impulsado por él. Tiene inocente poder, lo sabe y le gusta; cambió los roles, ahora es él el que manda, el que decide la velocidad, el que decide todo.
- ¿Querés que te haga girar yo ahora? – Le pregunto un poco inundado por mi incomprensible incomodidad de racionalidad adulta.
- No, tiíto, vos reíte.
Claro, que estúpido fui; está enseñándome a vivir, está mostrándome nuevas sensaciones. Me abrió la puerta de su universo y me empujó por el umbral. Y entonces me percato que no somos distintos, que no todo lo sé. Quiere gritarme que aún queda mil cosas por explorar, que el valor de todo está en el descubrimiento, en la exploración de las nuevas sensaciones.
Y entonces caigo rendido; y no puedo detener una carcajada mientas sigo dando vueltas de pie en una calesita, en medio de una plaza llena de gente que me mira, y me envidia. Y una mirada cómplice nos une, y nada más importa, nada más existe.
(Una tarde con Alain; mi sobrino)
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Comentarios
Un biko!!
Besos...
saludos, de lalita, de YR
Lo que escribís es hermoso; pero esto de compartir con todos nosotros esos momentos tan íntimos y maravillosos junto a tu sobrinito, me pareció más hermoso aún; porque insisto..... tenés el alma de un ángel.
Liliana
Sin extenderme porque no creo que pueda agregar más de lo que ya se ha dicho, me despido, Un Saludo cordial desde Venezuela.
beso
Luis
Luis, te aseguro que si alguna vez publico algo, ustedes, mis lectores, serán los primeros en enterarse.
Gracias
Muchos saludos y besos.
Eso lo dijo Cristo, tambien nos habla que de debemos ser tan inocentes como ellos, para heredar el reino de los cielos.
Saludos Argentina!!!
Te propongo un trato: Tu por mi y yo por ti, para los premios 20 blogs. En mi caso estoy participando para tener mayor numero de visitantes y darme a conocer, no me gusta pasar verguenza.
Si entiendes que mi blog es merecedor de tu voto, estoy en manuelmiranda3@gmail.com
Y en: http://www.20minutos.es/premios_20_blogs/busqueda/Manuel+Miranda%2C+Opina/
es sensacional poder disfrutar de esta lectura y sentirme identificada.
saludos!!