El fin de la búsqueda imperfecta.

Anita despierta cada mañana en una gran cama vacía; pero no se queja, de alguna manera, ya a sus cuarenta y tantos, ha aprendido a convivir con el silencio de un hogar que nunca le pregunta cómo anda o qué necesita, que nunca la abraza ofreciéndole consuelo. Hoy alberga en su corazón tan sólo resignación y una docena de nombres de parejas que no funcionaron.
En toda su vida ella ha depositado infinidad de veces muchísimo amor y esperanzas al comienzo de una nueva relación, pero nunca funcionó. Anita sembraba sueños románticos y cosechaba despedidas dolorosas. Podría pensarse de ella que es una mujer complicada, pero no es cierto; posee un corazón y una bondad tan gigante como su anhelo por encontrar felicidad, es una persona íntegra, de esas que nunca fallan. Anita es vulnerable, pero fuerte a la vez, posee un gran carácter; y porque ella jamás traicionaría es que jamás perdona una traición.
Tampoco lo perdonó a Marco, su última pareja, cuando le conoció amante. Estuvieron cuatro años, la pareja funcionaba bien aunque nunca de manera maravillosa. Anita coqueteó durante ese tiempo con un prototipo de felicidad, pero en su interior sabía que algo, no sabía qué, no alcanzaba a llenarla. Igualmente planearon futuro; la boda y los hijos eran proyectos sobre base concreta. Porque ella siempre soñó con ser mamá, y se nota; es de esas mujeres que se desviven al ver a un niño, se las puede ver babear, se puede comprender al instante que sería una buena madre, posiblemente excelente.
Pero Marco, hastiado de rutina hogareña y sexual, encontró compañera de aventuras. Anita se enteró cuando un día, por eso del azar, debió volver antes a casa: los encontró en pleno desenfreno, en su propia cama. Anita no levantó la voz, ni siquiera habló; se acercó a ambos, la tomo del brazo a la susodicha y la acompañó hasta la salida, luego volvió y ante la atenta mirada de un Marco aún desnudo armó una valija, la colocó en la mano de él y lo acompañó hasta la puerta. Anita no le dijo ni adiós, tampoco lo insultó, sólo calló. Sabía que era el fin de una relación y la conclusión de un nuevo fiasco amoroso. Cuando cerró la puerta se sentó en el suelo, así permaneció varias horas, en soledad, sin llorar y sin soñar, como si fuera un preámbulo de su nuevo futuro. A él no lo volvió a ver; de alguna manera lo entiende, ella también era conciente de que cuando estaban juntos a las sábanas le hacía falta un poco de sal, y mucha pimienta. Sabía que, sin saber el motivo, nunca pudo entregarse sexualmente a ninguna pareja. Marco no fue la excepción, pero si fue el último hombre con el que Anita ha estado, hace ya casi seis años.
Desde entonces Anita ha hecho de la soltería una religión, cuyo dios es impío y cruel. Pero no le queda otra. Aunque ya está cansada de asistir a bodas ajenas, de ver a todas sus amigas construir grandes familias, de ser la organizadora indiscutida de cada despedida de soltera, de ser la amiga perfecta, la que siempre atiende el teléfono, la que escucha y no tiene nada que contar. De lo único que no reniega es de sus ahijados; tiene cinco, todos hijos de amigas. Son la luz de sus ojos, se vuelve loca por cada uno de ellos, es la madrina soñada: amante de los niños pero sin hijos propios.
Pero no cabe duda; todos los que la conocen la miran con cierta lástima. Es que Anita se hace querer, y su soledad y tristeza causa empatía. Y por más que le presentan, en el trabajo o en la familia, un candidato nuevo cada semana, Anita ya no hace ni el intento, está gobernada por la experiencia y el miedo. Pero por sobre todo, por una sabiduría aún inculta, que le dice que jamás hallará a un hombre que la haga feliz.
Hay quienes dicen que la vida guarda siempre un as en la manga, una segunda oportunidad. Pero es mentira, en la vida de Anita lo que no hacía falta es una segunda oportunidad, sino una primera. La realidad señala que la vida lo que sí cultiva son aprendizajes, y aunque algunos llevan muchos años, demasiados tal vez, a sus cuarenta y dos, Anita aprendió algo.
Por trabajo debió viajar a ciudad con vista al mar; allí hizo un curso acompañada por compañera de trabajo con la que nunca había entablado conversación. Resultó que Silvi, así le dicen a ella, también es soltera. Y en sus treinta y ocho años tampoco ha encontrado una pareja que le de felicidad. Compartieron habitación y en la segunda noche, tras horas y horas de conversación y risas a carcajadas, descubrieron entre ellas una fuerte química. Luego de entender y aprender que sus búsquedas estaban mal orientadas dieron paso a la física; ambas se entregaron al amor pasional y las estrellas brillaron esa noche más de lo normal. Anita descubrió qué es un orgasmo y el placer verdadero.
Están felices, ambas, y preparadas para dar la noticia en sociedad. Anita siempre soñó con ser mamá, y aunque no va a ser de la manera que pensaba, cree que podrán adoptar. Al fin y al cabo, tal vez la vida sí posea ases en su manga. Y está bien que así sea.

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10 Comments:

  1. Anónimo said...
    Hola, recienchoy conozco tu blog, por medio de la invitación que dejaste en la respuesta a Andy, la verdad me encanto poder conocer esta maravilla, es algo hermoso, ¡Qué lindo escribis!
    Te agradezco la participación y por esta invitación. Prometo leerte diariamente...
    Besitos
    ANdy
    Anónimo said...
    ... parece ser mi historia, exceptuando el final... aún voy por la mitad de la vida, y espero poder encontrar esa parte que necesito, no importa donde se encuentre el corazón, en un hombre o una mujer...
    Ivana Fernández said...
    Estoy casi segura que esta historia se repite mas de lo que conocemos, supongo que debe haber muchas personas en el mundo que aún no encontraron a su alma gemela... ojalá que el tiempo les de una oportunidad, la merecen por haberla esperado tanto.

    Que sigan los éxitos Emannuel!
    Anónimo said...
    Me gusto el cuento!
    y el anterior también, muy buenos. Simples, directos. Es tu profesión o es un hobbie?

    Nomás un detalle: donde dice "allí hizo un curso acompañada por compañera de trabajo con la que nunca había entablado conversación" falta un "una" delante de compañera, ya se q es una pavada! pero te aviso así lo corregís y queda perfecto.

    Siempre veia que ponías el link en tus respuestas de yahoo pero nunca había entrado, ahora si (obvio, si estoy acá jeje) y valió la pena!
    Emmanuel Frezzotti said...
    Lady: Muchas gracias por tu comentario. Con respecto a la corrección; la estoy analizando. Creo que "compañera" en este caso funciona como condición de ser, y no como adjetivo. Por lo tanto creo que no hace falta colocar "una" delante.

    Por ejemplo: "Hizo un curso acompañada por Silvi", por lo tanto "compañera" reemplaza al nombre propio.

    Pero sería interesante que si estoy equivocado alguien me corrija. Mil saludos.
    Anónimo said...
    Hola..me encantó!!! Buscar la felicidad es un derecho de cada ser humano; Anita y Silvi finalmente la han encontrado gracias a tí.

    Liliana.
    Anónimo said...
    Gracias!!!Excelente narrativa con final inesperado.Quedo a la espera del pxmo.!!! Es la 1ª vez que veo este blog, voy a seguir recorriendolo,reitero las felicitaciones para Frezzotti y al autor de este lugar!!!
    Saludos...de Patricia.
    Una mujer bizarramente normal said...
    Muy bueno, me gusta tu estilo, el final inesperado, me encanto, gracias por estos minutos de tranquilidad...
    Anónimo said...
    Muy lindo Emanuel, que alma sensible sos!, gracias quien seas, te encontre de casualidad navengo en internet y lei este cuento lleno de humanidad
    Anónimo said...
    Hola !! linda historia. Haré como ellas...jejeje...
    Que bien escribes!! Nunca me cansare de decirtelo.
    Un beso.

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