El triste escultor de mentiras.


Hernán ha sido un gran jugador de fútbol que por culpa de una lesión severa ha visto el retiro antes que la fama; luego fue empresario, donde hizo fortunas; se ha acostado con las mujeres más bellas y ha recorrido cada rincón del mundo. Dice conocer Europa como la palma de su mano, cuenta que la Torre Eiffel no logró impactarlo tanto como las bellezas naturales de Tailandia. Cuenta que en su viaje de vuelta conoció a un sujeto relacionado con el mundo del arte, que se asociaron y fueron reyes en tierra de reyes. Hernán ha sido todo, pero lo que ha hecho mejor es mentir; mentir cada día de su vida.
Todas las tardes, desde hace veinticinco años, Hernán se sienta en mesa estratégicamente ubicada en el medio de café irlandés céntrico y allí, en soledad, con su café a medio tomar, alza sus orejas y comienza a escuchar atentamente conversaciones ajenas. Cada día recopila datos, historias, anécdotas y sentimientos que no le pertenecen. Luego se junta a jugar al póquer con los amigos y comienza a desparramar su repertorio de nuevas vivencias nunca antes vividas. Y lo hace con pasión; sus amigos lo conocen y saben que tres de cada dos palabras que dice son mentiras, pero nunca se lo dijeron, temen que deje de contarlas; porque sienten placer escuchándolo. Y es así porque Hernán se apropia del personaje de turno, se ubica con maestría en espacio y tiempo y, mientras relata, se zambulle en el escenario de su personaje y siente y sufre con increíble sinceridad sus penurias o desventuras, mientras su imaginación va y viene agregándole adornos barrocos a la anécdota que nunca jamás volverá a repetirse.
Él nunca toma conciencia que está mintiendo, sino que ha aprendido a habitar en vidas prestadas o robadas, cazadas al pasar, adueñadas con imaginación sorprendente. Y la realidad deja de ser absoluta cuando entra en su mente, todo cobra relatividad y los recuerdos se entremezclan con los inventos. No podría diferenciar bien hoy uno de otro, porque además de no querer hacerlo le sería realmente imposible lograrlo.
Hasta sus amigos olvidan, de vez en cuando, la historia real de Hernán. Según recuerdan nació en pueblo chico en el interior del interior del país. Allí donde ni la radio llegaba. Se mudó a la ciudad, creen que por trabajo, o siguiendo a una mujer. Allí se asentó, y trabajó un poco en todo, la mitad de esos trabajos jamás existieron o incluso puede pasar que aún no hayan sido inventados; como el que hizo, según ha contado, rediseñando esculturas públicas para adecuarlas en el tiempo; un día, contó, a una réplica de El David, allá por épocas del proceso, le ordenaron taparle sus partes íntimas; todos esperaban que le colocara la típica hoja que se sostiene por arte de magia, pero el fue más allá, hizo un rediseño general y lo vistió de pies a cabeza, dejando al descubierto su torso, único sector donde la anatomía le salió realmente perfecta al artista; según Hernán.
Hernán superó los cincuenta y tantos años llevándolos muy bien, es una persona sana, bastante apuesto que porta con orgullo su calvicie prolijamente desordenada. No tiene dificultades para ser un buen tipo, y lo que mejor le sale es levantarle el ánimo hasta al suicida más decidido. Ha sabido sembrar y cultivar enorme cultura en historia y geografía, materias que le permiten cosechar datos para convertir sus mentiras en verosímiles narraciones en primera persona. Tal vez nunca haya sido amado, pero nunca pareció importarle; Hernán es de las personas que están dispuestos a dar todo sin recibir nada a cambio. Sus amigos se han beneficiado enormemente con su infinita generosidad. Y Hernán, siempre con una sonrisa en su cara, se ha sentido muy feliz por eso.
Todos sabían que Hernán mentía, todos menos él mismo. La semana pasada al despertar por la mañana no encontró el castillo que con los años había construido, ni las sábanas de algodón egipcio; en vez de eso se encontró solo, en una cama de una plaza, de hierro y sin restauración, acostado sobre sábanas de algodón, ordinarias y gastadas. Se encontró en habitación claustrofóbica, con manchas de humedad, pintura resquebrajada y realidad abominable. Ese día no apareció en el café irlandés, tampoco fue a jugar póquer a la noche. Algunos, que se hacen llamar amigos, lo imaginaron muerto, suicidado, colgado de un árbol, y continuaron jugando cartas como si nada hubiera pasado.
Hernán, porque no era su estilo, no buscó la muerte. Tomó una valija, recogió sus pocas ropas y con una sonrisa emprendió viaje al interior del interior del país. Allí donde aún no llega la Internet. Esta vez construye una vida sin soledad y sin mentiras. El año próximo va a casarse, aunque están grandes para ser papás, piensan adoptar.

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7 Comments:

  1. Anónimo said...
    Hola otra vez... yo me voy, dejo todo... podre reconstruir mi vida sin mentiras y sin soledad??
    Cada dia sorprendes un poco mas...
    In
    Anónimo said...
    Emmanuel,

    Muy interesante tu blog, lo visité ya varias veces y seguiré haciendolo. Te invito a la Tostadora Moderna, www.tostadora.blog.com

    Un gran abrazo.
    Anónimo said...
    soy Desierto ..de yahoo respuestas y preguntas vi tu bloque y qeria viajar un poco en tu mundo ,tu rincon ,lindo bloq ...volvere a leer .un beso corazon.
    Perkin said...
    Realmente muy buena historia, me encantó la historia y la forma de escribir que tenés.

    T juro que lo enganché de pedo pero ya te agregué a mi lector de feeds RSS..

    Saludos y seguí así!
    Emmanuel Frezzotti said...
    Andrés: El azar es siempre una sorpresa, me encanta haber sido una grata para vos. Saludos.
    Anónimo said...
    Una de las más bonitas, aunque todas lo son,en el magistral final me sacaste una sonrisa. Sabés...en mi familia también tenemos un Hernán; y cada vez que llegaba de sus viajes fantasticos,todos los sobrinos nos sentabamos alrededor suyo para escuchar sus espectaculares aventuras; sabíamos perfectamente que más de la mitad eran mentiras, pero no nos importaba tener un tío tan mentiroso,al contrario, era y es,a pesar de su edad, el tío más brillante de todos.
    Gracias por traerme su recuerdo, y un recuerdo también de mi infancia.
    Liliana
    Remedios Red said...
    Tengo que reconocerlo: Es un relato interesante. Me duele un poco pensar en una persona que pueda hacerse presa por sus propias mentiras. Un actor fuera del escenario, un charlatán con alma de artista. Dan ganas de ser un poco Hernán. No sé si para mentir, pero al menos para entretener y levantar el ánimo a los demás.

    Muy buena su forma de narrar. También encontré su blog de casualidad. Saludos.

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