Un hipo de veinte años.


Parecía que estaban destinados a estar unidos para siempre, pero las curvas de la vida disienten un poco de los sueños. Laura y Adrián crecieron juntos, vivían en la misma cuadra en barrio familiar; allí donde las puertas aún permanecen sin llave; y de muy pequeños disfrutaron de la compañía del otro. Entre ellos no había secretos, tenían una gran amistad dada por la inocencia de la edad que luego le iba a dar, inevitablemente, paso a un sentimiento mayor.
La adolescencia los encontró enamorados profundamente, perdidos entre besos y miradas. El día que decidieron explorar la sexualidad juntos fue mágico para los dos, como el final de un cuento hermoso. Pero lo que sigue a los finales nunca es apetecible para los paladares dulces; el padre de Adrián falleció de un cáncer fulminante y la economía del hogar lo obligó a abandonar la secundaria y trabajar. A pesar del amor incondicional de Laura, las aspiraciones que le exigía el mandato familiar la obligó a marchar a gran ciudad en busca de estudios universitarios. Y ese fue el fin, porque no importa qué tan grande es el amor cuando las vidas siguen caminos distintos y la distancia es invencible; y el dolor de no poder ver ni abrazar ni acariciar obliga a arrojarse a otros brazos.
Adrián, tipo honesto y laburador, fue panadero, ayudante de cocina, mozo y hasta alguna vez se tragó su orgullo y lavó parabrisas en esquina de avenida. Hoy, por suerte, está afianzado en el asiento de conductor de impecable taxi. Hace años que no ve a Laura aunque jamás la olvida. Sabe que se recibió con honores, que viajó al exterior y triunfó, que fabricó carrera prominente que no hizo más que establecer una muralla de ego entre ambos. Hubo, por un tiempo, cartas y llamados telefónicos, pero sus vidas eran demasiado distintas para seguir compartiéndolas. Y sin decir nada los dos lo notaron, y así como así, un día cualquiera, descubrieron que la última palabra ya se había dicho y lo que siguió después fue el silencio. Silencio abrumador de vergüenza y lástima.
Había kilómetros entre ambos pero había algo que sin unirlos los unía; la nostalgia infinita, el poder evocar; en las noches de insomnio; esas tardes de verano en la cuadra, de juegos y corridas, aquellas miradas que adivinan de memoria al otro, las caricias que consuelan, o aquella noche que fundieron sus cuerpos en el calor del amor.
Adrián tuvo parejas más o menos estables cuya fecha de vencimiento estaba establecida por el día en que comienzan las comparaciones; y ninguna podía salir ilesa. Así, entre el desamparo de la soledad y la soledad de la compañía, Adrián atravesó infinitas cuadras sobre el taxi. Y aunque nunca lo admitió, mientras maneja siempre busca a Laura entre los peatones; es una búsqueda desesperada y frustrante, a sabiendas que no hay posibilidades de un milagro de ese tamaño, pero nublado por la esperanza de los enamorados.
Fue un día en el que el cielo estaba caprichoso, por la mañana había llovido y luego paró, las alturas fueron gobernadas por espesas nubes grises que de a poco se disiparon y, para la media tarde, apenas podían cubrir el sol que de vez en cuando proyectaba algún haz de luz punzante en el cielo. Adrián jamás olvidará aquella nube ni tampoco cuando detuvo el taxi en una esquina y subió Laura.
Ambos se miraron, nadie habló. Las palabras sobraban en esos primeros minutos. El tiempo se dilataba y contraía de manera extraña, Adrián se turnaba para mirar el cielo y luego el espejo retrovisor. Laura quería vomitar extenso discurso pero la primera palabra la detenía y su impotencia hizo aflorar un río de lágrimas silenciosas. Adrián mordió su labio, la miró y controlando su voz para que no se quiebre preguntó adónde iba. Ella murmuró algo que sólo podía comprender quién mucho la conocía; y Adrián comenzó a manejar. El viaje fue mucho más corto de lo que los dos hubiesen querido, casi un suspiro que no alcanzó a darle tiempo al querer frente al no poder. Al llegar a la terminal de ómnibus, Laura le dio a Adrián con rapidez atropellada un billete y se bajó con su maleta. Él arrancó y condujo con velocidad a ninguna parte. Luego estacionó y lloró. Lloró y golpeó su cabeza contra el volante, y arañó su rostro tatuando la impotencia y la bronca en su piel, y lloró y pensó en hacer retroceder el tiempo. Sentía como su corazón se pudría en la tristeza y el saber que su única oportunidad había sido desperdiciada.
Ahora todo estaba perdido. Secó sus lágrimas, miró de nuevo la nube y la odió. Luego observó el billete con el que Laura había pagado su viaje al adiós. Adrián se quedó estupefacto. Volvió la mirada a la nube y sonrió: el billete tenía escrito con lapicera una palabra; perdón; y un número de teléfono.

Parecía que estaban destinados a estar unidos para siempre, pero no era cierto: en el medio hubo veinte años de distancia y tristeza.

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6 Comments:

  1. Anónimo said...
    Memo,nos cruzamos en una respuesta de yahoo y no pude evitar sentir curiosidad por leerte.
    Esto ocurrió hace exactamente los minutos que me tomó subirme al taxi de Adrián y empaparme con sus lágrimas.
    Mi angustia se disipó ante esas seis letras y ese bendito número de teléfono escrito atropelladamente....
    Sí, lo viví plenamente.
    Felicitaciones.Ahora seguiré leyéndote
    Dayiah L'hotelier said...
    Que bello viaje el de la vida, que laberinto más pasional. Minotauros, ninfas y esfinjes se encuentran en el camino, a veces una raiz levantada, otras una rama descarriada. Pero que tan opaca seria la vida sin esas pequeñas variaciones?. 20 años de separacion marcan una diferencia, cambian el paisaje, profesan recuerdos a compartir.

    lo que hace un billete y un lápiz, no?

    jaja, lindo Memo, lindo n.n

    .::.Dayiah.::.
    cinicom said...
    Hola memo, gracias por el elogio, pero estamos al servicio de todos los que quieran ayudar a crecer este blog. Estoy estudiando tercer año de cine documental, en la Universidad de Madres de Plaza de Mayo, ademas con unos compañeros estamos realizando un bloque de cine, en un programa de agenda,en radio nacional faro, todos los viernes de 22 a 23hs, nuestro bloque es el tercero, aunque estoy en la produccion de ese programa, asi que si necesitas promocionar un evento cultural,envianos los datos a:lagrieta@argentina.com y si queres enviar un dato referido a cine a: di2000752@hotmail.com
    Un abrazo
    cinicom said...
    Hola memo, gracias por el elogio, pero estamos a disposicion de ustedes, para que hacer crecer este blog, con sus comentarios y criticas, estoy haciendo la tesis de la carrera de cine documental, en la Universidad de Madres de Plaza de Mayo, ademas, con unos amigos que realizan cine, tenemos un bloque de cine en el programa la grieta que esta todos los viernes de 22 a 23hs por radio nacional faro, nuestro bloque es el tercero, aunque tambien somos parte de la produccion de este espacio, el contenido del programa es de agenda cultural. saludos
    Anónimo said...
    Me has dejado muda y eso en mi es mucho. No sé si eleji el texto o él me escogió a mi. era lo que necesitaba leer hoy.
    Anónimo said...
    (ya te habia escrito algo, pero no se como se borro.)

    Hola, soy una mas q necesitaba leer algo como eso en este preciso dia, senti cada una de esas palabras, gracias; a veces el destino es muy cruel y no nos permite estar con quien amamos, pero de repente nos da unas maravillosas sorpresas... jajaja yo sigo esperando al menos una sorpresa, besos
    MAURA

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