Espera suburbana.

Alejo comenzó a bajar las escaleras con su mente completamente perdida en los quehaceres laborales; ni el sujeto vendiendo relojes falsificados, ni la anciana, aparentemente no vidente, solicitando una moneda, alcanzaron a distraerlo. Su rostro parecía estar abarrotado de una apatía que le impedía ser parte de sitio tan lleno de gente, tan agitado y tan ruidoso. Su figura, esbelta y prolijamente vestida de saco y corbata, sobresalía del resto con perfecta nitidez y acentuaba su condición de híbrido, su imposibilidad de pertenecer a un mundo que no le pertenecía ni en todo ni en parte.
Al descender el último escalón largó una mirada furtiva a su alrededor y luego de haber encontrado la boletería se dirigió con velocidad allí.
- Uno, por favor.- Dijo mientras deslizaba las monedas por debajo del acrílico.
La mujer, colmada hasta el hartazgo de un trabajo tan cruelmente rutinario, le entregó el pasaje mecánicamente, sin siquiera mirar a su interlocutor. Alejo tampoco la miró, sólo se limitó a comprender que ese sonido que estaba escuchando era el del tren de subterráneo que acababa de llegar. Apresurado tomó el pasaje y comenzó a caminar de manera veloz, por entre la gente, a través de esos pasadillos laberínticos de bajo la tierra. Insultó con sus pensamientos al que había diseñado ese lugar, porque se hacía evidente que difícilmente iba a poder llegar hasta el andén antes de la partida del tren.
Luego de una curva de noventa grados, los últimos vagones de la formación se hicieron visibles, pero sus puertas estaban ya cerradas y había comenzado su marcha. Ofuscado un poco por todo –la rotura de su automóvil conjugado con la pérdida del tren eran suficientes motivos-, se sentó a esperar que el siguiente subterráneo llegase. Por primera vez soltó el maletín y lo dejó a su lado y luego, tal vez también por primera vez, miró su entorno tratando de analizarlo. Colgando del techo, sobre las vías, pudo observar un cartel luminoso que lo conformó; en él se indicaba que el próximo arribo sería dentro de tres minutos y doce segundos. Y once segundos luego, y diez...
Al mismo tiempo se percató de que el mundo de gente con el que se había cruzado, mientras ingresaba al subterráneo por las escaleras, había desaparecido casi en su totalidad. En el andén sólo estaba él, sentado, y, a unos doce metros a su derecha, de pie, había una figura femenina de espaldas, aparentemente atractiva. Sin embargo su silueta no había llamado demasiado su atención y el atractivo no era motivo suficiente como para justificar futuras miradas. Pero antes de que Alejo termine de hilvanar su pensamiento, la mujer se volteó y la estupefacción se apoderó de su razón. Ella no era de una belleza extraordinaria, es cierto, pero su rostro, y sobre todo su mirada, le provocaron a Alejo el recuerdo latente de su Ana.
Durante esos primeros segundos en el que el parecido físico había causado tanta confusión, él no pudo quitar sus ojos incisivos de la figura de esa ignota a quién la mirada había comenzado a incomodarla.
- Es Ana… - pensó Alejo sin razonar. –No, no puede ser…-
Ana, su esposa, había fallecido hacía ya dos años y medio. Desde aquel momento su vida dio un giro hacia el lado más desabrido de la existencia, en donde las sonrisas y las alegrías quedan amontonándose en algún sitio de su propio ser y jamás ven la luz. Las ganas de gozar de Alejo partieron para siempre acompañadas por la ida de Ana; a quién cada día recordaba incondicionalmente, preso de esa nostalgia que no deja vivir, y sin embargo lo hace, tal vez porque no queda otra, subsistiendo, satisfaciendo sólo sus necesidades fisiológicas. Comía para no morir, sin saber qué comía, respiraba sólo porque era involuntario, miraba sin ver, definitivamente no oía, mucho menos sentía. ¿Oler? Los olores habían muerto.
Alejo, de pronto, se llenó de ganas de ir hacia esa mujer y preguntarle su nombre, pero, incluso antes de hacerlo, se detuvo. Dentro del silencio muerto del subsuelo de la ciudad, él podía oír su corazón latir con fuerzas, y era claro que hacía mucho que algo así no pasaba. La mujer, tal vez por curiosidad, lo miró nuevamente. Las miradas se congelaron y Alejo no podía salir de su asombro, la última vez que la había visto estaba muerta. Pero en ese momento era distinto; porque ella estaba allí, mirándolo, en un andén, esperando el tren. Ella, Ana, su Ana. Sus ojos se cristalizaron. Qué linda estaba.
Alejo, aturdido por su propia desesperación, buscó el cartel que ahora indicaba que faltaban cero minutos y cuarenta y tres segundos para el arribo del tren.
- Me sentaré a su lado cuando el tren llegue. – Se dijo a sí mismo.
Le observó el pelo; era igual, tal vez un poco más claro, pero los bucles se dibujaban sobre sus hombros de igual manera. Tenía que ser ella. Sí, no podía no serlo. Era Ana. Y su piel, tan perfecta y tan clara, que Alejo alcanzaba a sentir cómo gritaba pidiendo sus besos. Como en aquellas mañanas de domingo; ella no quería levantarse y él la despertaba con besos detrás de la oreja, mientras Ana simulaba estar dormida sólo con la intención de recibir más y más caricias.
- ¿Te vas a levantar o te sigo besando?- Preguntaba él.
- Seguí besándome.
Los recuerdos iban y venían. Como el tren, que ya se había detenido y sus puertas comenzaban a abrirse. Alejo se puso de pie rápidamente para seguirla y entrar a su mismo vagón. Luego de dar dos pasos volvió para tomar el maletín que había olvidado. Pero, cuando su vista retornó a ella, el andén se había plagado de gente que salía del tren, y ella no estaba. Alejo se desesperó. Subió a un vagón pero no estaba allí, salió nuevamente y entró al siguiente. Los pitidos del tren indicaban la partida. Ana había desaparecido. Salió nuevamente e ingresó al tercer vagón; detrás de él las puertas se cerraron. Alejo miró a la gente sentada pero ella no estaba. El tren había comenzado a partir. Giró sobre sus espaldas y el andén se había vaciado nuevamente. Sólo había una persona de pie; una mujer, ella, que lo miraba partir con una sonrisa.
El tren se sumergió en el túnel penumbroso y agitado. La oscuridad sirvió para disimular las lágrimas de Alejo. Tenía muchas ganas de llegar a su casa y oír una linda melodía mientras comía algo rico. Muchas ganas.

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17 Comments:

  1. Emmanuel Frezzotti said...
    Voy a ser extremedamente sincero: Debía publicar una historia ayer, pero no me decidía y finalmente hoy publico esta para no estar en falta. Tal vez porque me encuentro en un momento particular (por razones personales que no vienen al caso), es que debo confesar que el cuento no me agrada en absoluto. Puede pasar (y me pasa seguido) que dentro de un mes se convierta en uno de mis preferidos, pero no hoy. Igualmente, como siempre (y así debe ser), la última palabra la tienen ustedes.

    Les mando un fuerte abrazo y mil perdones por haberme retrasado.
    Anónimo said...
    Igual, no importa, la historia es muy buena, pero solo tan buena como las demas, y solo eso. Y todas esas historias aparentemente carentes de algo comun, pero lo tienen, y eso es que son muy buenas.
    Sigue adelante.
    Un saludo desde Ecuador.
    Anónimo said...
    eso lo escribiste vos?

    me suena conocido de algun libro, como los siete locos o algo por el estilo. mi mail es yavoi_metalera@hotmail.com

    suerte, muy interesante tu espacio
    soy de parana
    Emmanuel Frezzotti said...
    Mario: Como siempre, gracias por tus comentarios (aunque no siempre los entienda en su totalidad).

    Anónimo de Paraná: Todas las historias que publico son escritas por mí. También esta. Si recordás a qué cuento te hace acordar, ¿me decís? Saludos y gracias por la visita!
    Anónimo said...
    Con esta historia en particular me siento identificado. Inconcientemente me hice partícipe de la historia... y en esta noche, casi ahogado por la desesperación, siento que mi Ana... sin quererlo, ya se marchó...

    Felicitaciones y gracias un día más, por tu historia.
    Apologista said...
    Hay días en que pienso que todos nos movemos como fantasmas. Personas que comparten un transporte y se cruzan diariamente sin verse.
    Mirar a alguien mas de 5 segundos parece una provocación.
    Hay días en los que cuesta, pero yo cambio mi cadencia espectral y me dedico a observar atentamente a quienes me rodean.

    Por otro lado hay veces que es difícil dejar ir a quienes quisimos, pero cuando se termina y uno logra despedirse sinceramente... uno sienta tanta paz...

    Saludos, y me parece que estamos presenciando el inicio de una bonita amistad bloggera.

    Marianita
    Mary Paulino said...
    Pero que linda historia!,,, Memo,,me facino tu relato romantico y literario,,, es como para leerlo en una manana lluviosa y con una taza de chocolate caliente, escribes muy bien, tambien yo, hago el intento de hacer algo asi, pero jamas con la calidad tuya,,, te felicito!

    Mary Paulino, de Rep. Dom.
    Emmanuel Frezzotti said...
    Juampi: Es hora de llegar a casa, oír una linda melodía y comer algo rico ;-)

    Marianita: Estoy de acuerdo, una linda amistad bloggera que se inicia con una casualidad. ¡Y cómo me gustan las casualidades!

    Mary Paulino:Espero que me invites a compartir la taza de chocolate, porque la idea me encantó. No hay nada mejor que una mañana gris y lluviosa.
    Anónimo said...
    yo otra vez, perdon por no aparecer más veces en los comentarios pero quiero que sepas que siempre he estado allí, como dice apologista, como un fantasma. he leído todas tus historias y no hacefalta decir que son fascinantes. esta me gusta mucho, espero que como tú dices te guste a tí también a lo mejor dentro de un mes. lo único que te digo es que sigas así y no cambies. chau.
    Anónimo said...
    Me gustó tu historia... Quizás a todos nos pasa o nos paso alguna vez. Un gusto haberte encontrado...

    Vicky
    Emmanuel Frezzotti said...
    Dark moon: Muchas gracias, de verdad, por tu presencia infaltable. Se siente.

    Vicky: El placer es mío.
    Anónimo said...
    muy bueno che... te lei en yr y vi un blog y... bueno, la curiosidad mató al gato, no? :) te voy a seguir leyendo y espero q me sorprendas con más historias tan interesantes como esta... UN beso, che
    Emmanuel Frezzotti said...
    Anónimo: Muchas gracias y bienvenido a este mundo!
    Anónimo said...
    Emmanuel:
    Recien hoy conoci tu Blog, me dejaste tu dire junto a la respueta de mi pregunta en YR, te puedo asegurar que me encanto, tus historias son fantasticas y estan escritas de una manera muy particular, muy buenas!!!
    Segui asi, por favor deleitanos con mas de tus historias.
    Un abrazo grande!!
    Vero.
    Tigre - Buenos Aires.
    Emmanuel Frezzotti said...
    Vero: Bienvenida y muchas gracias!
    Anónimo said...
    Me ha gustado mucho tu historia!!! Nunca habia leido algo parecido....... me ha emocionado mucho, mucho!!! Sigue asi Emmanuel Muchiiiisima suerte, Desde Japón.
    Emmanuel Frezzotti said...
    Anónimo: Muchas gracias por tu cálidas palabras. Sin duda, tu comentario es el que desde más lejos ha llegado hasta ahora.
    Me dan ganas de decir: "Mamá, papá: me leen hasta en Japón!"

    :-D

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