Las vías de la vida.

Sus vidas corren como rieles; paralelos, muy cercanos, siempre a la par, pero sin tocarse jamás. Son sólo viajeros en una vida que no conduce nunca a alguna parte, y en ese viaje se buscan, sin saberlo; sienten en su interior que algo les falta, como si un trozo de su corazón estuviera ausente o marchito. Desconocen la causa, sólo cargan con resignación esa tristeza indeleble que cada mañana azota, que por las noches desvela y que con cada segundo se hace más grande.
Son hijos de la injusticia, producto de la prepotencia; pagan los platos rotos de épocas oscuras, demasiado oscuras, dónde las sombras cobraron vida y le arrancaron la luz de la vida a demasiadas personas. Son hijos de sótanos de padres que ya no están, son hermanos, son testigos anónimos de un trozo de historia y buscadores de algo que no saben qué es.
Fede tenía cuatro años esa noche; cuando un fuerte estruendo lo despertó. Luego oyó gritos y, por instinto, se resguardó debajo de la cama. Escuchó a su madre gritar, escuchó voces crueles insultar a su padre, vio los pies de alguien que entró a la habitación a mirar, le vio un arma colgando; luego los pasos que se alejaban, los gritos que se marchaban, un auto acelerando y el aterrador silencio que lo gobernó todo. El silencio de la soledad, el silencio de los desaparecidos.
Corrían los años de la dictadura argentina; pero Fede poco entendía de esas cosas. Lo único que entendió es que debía permanecer toda la noche escondido esperando el amanecer. Y eso hizo. Luego, cuando tomó coraje salió de su casa y golpeó la puerta de Selva, una adorable vecina que lo cuidó y crió como si fuera un hijo propio.
Quién entiende menos es Álvaro; él recuerda una niñez medianamente feliz, en familia acomodada, madre ama de casa y padre militar. Con el pasar de los años descubrió ciertos vacíos en su vida, piezas que faltan en su rompecabezas. Pero ese descubrimiento se vio relegado detrás de uno peor; cuando su supuesto padre le confesó haber participado en las misiones secretas de los años oscuros. Álvaro no lo dudó, y siendo un adolescente abandonó la casa, no soportaba vivir con un asesino. Pero se marchó antes de saber que esos no eran sus padres biológicos; antes de conocer que su madre lo parió dentro de un calabozo húmedo y oscuro, que a ella la asesinaron poco después y que a él le robaron su identidad, y su vida.
Fede creció extrañando a sus padres y agradeciendo a la vecina y queriéndola como a una madre. Ahora entiende lo que pasó, lo que no sabe es que su madre, cuando fue secuestrada, tenía un embarazo de un mes.
Álvaro se las arregla para subsistir trabajando y estudiando. Recibe cada mes, de mala gana, un sobre con dinero que le envía su supuesto padre. Eso le dio la posibilidad de mantener sus estudios universitarios que ahora, luego de mucha lucha, está por terminar.
De niños, vivían a tres cuadras y asistían al mismo colegio, jamás intercambiaron palabra y su diferencia de edad nunca les dio la posibilidad de compartir, por azar o destino, una actividad juntos. Una vez se cruzaron y miraron a los ojos. Ambos pensaron algo, mientras su corazón lanzaba gritos sordos, fue de esas miradas que se extiende en el tiempo, que dice mucho sin saber qué. Pero sus pasos no se detuvieron y los dos siguieron caminos separados; paralelos, pero sin tocarse.
Sus vidas se empeñan en ir siempre cercanas; los dos estudiaron trabajo social en la misma facultad y ahora, a los treinta y dos años de Fede y veintiocho de Álvaro, vuelven a vivir tan cerca y tan lejos; una cuadra, sólo una, hay de uno a otro.
Ambos apoyan su cabeza en la almohada a horas similares y los dos se detienen a pensar qué es eso que sumerge su vida en una tristeza despampanante y una ausencia que cada vez duele más. Así pasan las horas, antes de que puedan dormirse. Se extrañan sin conocerse, se necesitan sin saberlo.
El tiempo les construirá destinos similares y seguirán avanzando a la par pero nunca de la mano. Son las huellas del pasado las que aún hoy azotan, son las heridas que no sanan, los milagros que no siempre suceden.
Tal vez en algún momento vuelvan a cruzarse y a uno se le caiga algo y el otro se lo alcance, tal vez crucen miradas y siguiendo su instinto alguno invite al otro a tomar un café. Tal vez puedan hacerse amigos y las casualidades le muestren la verdadera identidad de cada uno. Y así, solo así, podrán enlazarse en un abrazo fraternal, infinito, como las vías de la vida.

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Comentarios

Anónimo dijo…
Hola Emmanuel, soy Alex otra vez. Me encanta como escribes y lo que escribes.Me hubiera gustado que se cruzaran algún día, Fede y Alvaro, que el destino les hubiera dado una oportunidad.Yo conozco a mis hermanos sin embargo no nos cruzamos demasiado, talvez porque crecimos en familias distintas...eso hace mucho, pero un corazón hace más.

un fuerte abrazo.
Alex.

Ah por cierto, gracias por la invitación.
Emmanuel, la historia que escribiste, debe ser una de las tantas que forman parte de nuestro pasado, de nuestro presente.

Gracias por escribirla, gracias por no olvidar.

Saludos, y seguí asi!
Anónimo dijo…
A TRAVES DE YA..RES... ME ENTERE DE TU PAGINA ME PARECE BASTANTE INTERESANTE SIGUE ASI TIENES UNA GRAN IMAGINACION QUE YA OTROS QUISIERAMOS SE NOTA QUE ESTAS MUY ENAMORADO DE LA VIDA ¿NO ES ASI?
Anónimo dijo…
FELIZ CUMPLE HIJITO!!!!!!!!!

La vida, en sí misma, es un desafío diario y nos pone a prueba en hechos que tal vez no alcanzamos a dimensionar en su totalidad. Muchas veces pensamos en lo pequeño e insignificante que somos como parte de ese Todo. Sin embargo, a lo largo de los años se va comprendiendo que siempre las cosas tienen un sentido globalizador. Muchos sostienen que "está todo escrito" (¿destino?) y que somos parte de un Plan Maestro. No lo sé. El Universo es tan inmenso!!!, si hasta la vieja creencia de vida en Marte, hoy ha vuelto a plantearse.
Pasamos todos, y vos especialmente porque era tu cuerpo, tu cabeza, tu vida, por una situación límite donde las pequeñeces y los egoísmos quedan de lado.
Hoy es día de festejo, pero mañana también. Cada despertar diario tuyo es un festejo. Festejar la Vida, los afectos, los logros pero también los fracasos (nos ayudan a crecer), los momentos, el sol, la lluvia, las miradas, los gestos.
Viví con alegría cada momento, aún los malos; ya aprendiste que son parte de nuestro ser. Pero por sobre todas las cosas con agradecimiento.
Hoy, cuando soples tus 22 velitas, más que pedir deseos, agradecé. Nosotros desde acá brindaremos con vos porque SIEMPRE estamos a tu lado. Cerca, amalgamados en los sentimientos, que es lo que verdaderamente vale.
Unidos con el alma, porque sabemos, vislumbramos más allá del límite y comprendimos.
Te amo hijo.
Festejá, festerjá y festejá.
Muchos tirones de oreja de Má
Anónimo dijo…
hola, digo una vez más que tus historias me sorprenden, hice un comentario en "lágrimas que no duelen" pero no estoy segura de si se publicó y tampoco lo estoy si se va a publicar este, aún así escribo, escribir me alienta, me llena de paz, que creo que también te pasa a tí.
he dicho antes que tengo 15 años y que también escribo, aunque recién estoy empezando, me gustaría llegar a ser en el futuro como tú, no quiero escribir igual que tú porque cada uno tiene su estilo pero sí me gustaría reflejar tanto sentimiento en las letras que escribo al igual que lo haces tú.
he leído los demás comentarios y me he dado cuenta de que casi todos te conocen y creo que tu talento proviene de tu madre por algo tan obvio que no puedo explicarlo.
tal vez no entiendas lo que quiero decir, tampoco te pido que lo hagas ya que los "escritores" tenemos algo de locura y muchas veces llegamos a ser incombrendidos. ya se que es mucho meterme en ese grupo de escritores pero tal vez algún día sí sea digna de pertenecer a ese grupo, es mi sueño. pero hasta entonces un gran saludo y sigue así.

Dark_Angel
Dark Angel: gracias por tus hermosos comentarios. Estoy seguro que si te esfuerzas lograrás transformarte en eso que aún yo añoro: ser un escritor. Y no te olvides que el mejor aprendizaje es la lectura.

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