Entre la lluvia, el adiós y el retorno.



Sobre la conciencia aguarda el arrepentimiento, con una rara mezcla de incertidumbre por lo que pudo ser y no fue, y de un olvido plural, que ni siquiera puede consumarse. Ambos habían armado poderosas armaduras para defender al otro sin que el otro pidiera ser defendido, ambos habían impuesto escudos invisibles, más impenetrables que la mismísima roca; porque los dos habían usado la mentira como defensa. Llueve. Llueve torrencialmente.
El frío, mientras aplaca con ímpetu los ánimos, se extiende invisible y feroz. Las calles han comenzado a inundarse como ríos del subdesarrollo, que crecen encerrados por acantilados de hormigón y vidrio. La gente ha desaparecido. Toda. Y en el aire un débil aroma se percibe casi inapreciable, pero que se esmera por llamar la atención de los nadies que estaban antes de la lluvia, y ya no. Dolor. Profundo dolor.
Su ropa se impregna con la nicotina de los suspiros grises, mientras la luz escueta se esfuerza por esquivar los humos del tabaco, con menos vanidad de la necesaria, en la habitación semi oscura. Sus manos aún laten temblorosas, tanto que el cigarrillo que descansa entre el dedo índice y mayor flamea como una bandera enfervorizada. Engañó y fue engañado. Le mintió al igual que ella. No hay amor, se dijeron. No hay nada. Más lluvia. Aún más agua cae del cielo.
La avenida es ahora un manto de agua que corre veloz, apenas cortado por postes equívocos y vehículos que hacen fuerza para amarrarse al piso para el que nacieron. Pero el agua empuja prepotente, llevándose todo consigo, como un gigante que barre de un soplo la suciedad, los pecados. Todo. Cuánta pena. Cuánta tristeza.
Un viejo disco de vinilo gira perezoso, la púa acaricia cada nota de Beethoven y luego la lanza con timidez; pero ellas, encantadas por el silencio total, crecen hasta transformarse en un enorme y pequeño concierto. Él ignora todo, aunque no a ella. Pero había demasiadas cosas qué perder, matrimonio e hijos por ambas partes. Sólo quiso cuidarla, piensa. Y ella a él. La cerveza, en reposo dentro del vaso ignorado, ha empezado a transformar su gusto en orín, y el cigarro se consume por su propia voluntad. Las decisiones pesan. Y el cielo inunda, y la tierra se cubre.
Las hojas del moribundo verano no resisten los atroces y continuos golpes que les propinan las inmensas gotas de lluvia y caen rendidas; algunas llegan al piso líquido, para ser llevadas hasta quién sabe dónde, y otras son empujadas en el aire y estampadas en paredes, automóviles o cualquier otro objeto. Es un diluvio de agua y hojas. De lágrimas y pecados. Llueve afuera. Adentro el tiempo no está mejor.
Los quebrachos enrojecidos de la estufa hogar comienzan a paliar su calor detrás de un incipiente gris ceniza, y la tímida esfera de luz se reduce notablemente acentuando el ambiente penumbroso. Sus ojos perdidos en pensamientos borroneados buscan, de pronto, dónde aquietarse. Hay en sus movimientos una especie de cansancio o pesadez, como si faltara motivación en cada una de sus esporádicas acciones. Es el corazón; siente decir dentro de sí; que duele, que muere. Se va, ella se va. Los caminos se bifurcan, ellos así lo decidieron. No hay vuelta atrás: es la eterna lucha entre el querer y el deber.
El cielo, allá a lo alto, continúa deshidratándose; restan pocos minutos más de lluvia. Muy pocos. Y acá debajo los ríos urbanos parecen haber encontrado con éxito su cauce y lentamente han ido menguando en altura, tal vez favorecidos por el aumento de velocidad de su caudal. A medida que el agua desciende puede observarse una devastación importante; todo ha sido corrido unos metros. Incluso hay cosas que ya no están; como el poste de contramano, o el cartel que prohíbe doblar en U. Ya nadie prohíbe tomar otra ruta, volver sobre sus pasos. El clima está a punto de quebrarse.
El último trozo de quebracho decide, finalmente, apagarse y morir. Beethoven sigue extendiéndose con liviandad, mientras la luz de mala calidad de la lámpara aún no logra traspasar ilesa el ambiente lleno de tabaco. El cigarrillo de su mano ya se ha apagado indiferente, pero no puede dejar de flamear. Sus ojos van y vienen pero con más lentitud que antes; él lo sabe y ya no lo resiste. Duele. Ella no está. Sus ojos se cierran, caen como pesados telones. Y el clima termina de quebrarse. Los párpados cerrados se hinchan y tratan de esforzarse para contener el derramamiento de penas. El cuerpo se enfría y suda a la vez. Hay una decisión que tomar, el cartel de contramano ya no está, tampoco el que prohíbe doblar en U. El cigarrillo es soltado, sus ojos se abren y se derriten sobre sus mejillas. De un salto se pone de pie y sale.
Hacía unos segundos que la lluvia había mermado.

Copyright © 2007

6 Comments:

  1. Anónimo said...
    Dime, dime él salio en busca de ella? y sin palabras se perdonaron mutuamnete.
    Por que? muchas veces el orgullo se interpone a nuestras ganas de perdonar, si el arrepentimiento nos consume.
    Hermoso post, latente y palpante el estilo unico que te caracteriza.
    Besos
    Akire
    Anónimo said...
    Hola Emmanuel, te comento que la primera vez que lei este post lo hice a las carreras, hoy sabado que tengo mas tiempo, me doy cuenta que lo habia mal entendido!!!!!!! (Pero había demasiadas cosas qué perder matrimonio e hijos por ambas partes) ellos eran los amantes con un pie en el freno y otro en el acelerador al tiempo, debatiendo la lucha entre el querer y el deber. Tambien quiero anotar que se hace exqusita la lectura con la melodia de fondo. Apartandome del tema sone que eras un hombre casado???? Será porque hay varios comentarios nuevos en el blog de mujeres romanceandote y antes yo era la unica lanzada...... les doy la bienvenida al club de tus fans,,, pero YO soy la numero uno
    Cuidate y que tengas una hermosa semana
    Besitos
    Akire
    Ivana Fernández said...
    Cada detalle, hace al todo, y cada palabra resuena en mi mente imaginando la situación. Si tuviera que optar, elegiría el perdonar, porque podria lastimar mucho, a mi mismo y a la otra persona, arrepentirme de no haberlo intentado.

    Besos, Emmanuel !!!!!

    ...y gracias por cada historia tuya.
    Anónimo said...
    Hola Emmanuel: volví después de dos meses de ausencia...lo notaste?. Volví a mi hogar y a tu maravilloso mundo de letras; cargado de sentimientos, dramas,y personajes tristes y un poco locos.
    Extrañaba leerte, pero ya sabés, estando de vacaciones hacemos eso, vacacionamos(estará correcta esta palabra?...no sé, pero me gusta).
    Te extrañaba mi querido amigo. Y ahora que me puse al día con lo que escribiste debo decirte que, como siempre, me fascinan tus historias, y ésta última es muy drámatica, pero hermosa.
    Besito. Liliana
    Anónimo said...
    Hola!
    Aunque siempre sigo tus textos, no suelo dejar comentarios. Sin embargo, ahora te escribo para hacerte una propuesta con la que seguro el resto de tus lectores también se engancha. ¿No estaría bueno hacer una votación de nuestras historias preferidas? Incluso se podrían poner varias categorías: la mejor del blog, la mejor del mes, la mejor del año, el mejor cuento, la mejor historia personal, la mejor escrita, la más emotiva, la más sorprendente, la mejor frase, la mejor metáfora, la mejor foto o música que acompaña… Uy! Más lo pienso y más cosas surgen. Te lo dejo para que lo pienses y lo piensen los que te leen. Saludos.
    Anónimo said...
    Acabo de descubri esta pagina, la he conocido a traves del blog de Martin, sigue así, intentare seguirte siembre que puedas, tienes madera de artista, enserio, enganchas

Post a Comment




 

Copyright © 2005 - 2009 Todos los derechos se encuentran reservados. Queda rigurosamente prohibida; sin la autorización del autor, bajo las sanciones establecidas en las leyes; la reproducción total o parcial de las obras aquí expuestas por cualquier medio o procedimiento.