Incongruencias de la razón.

Sueño. Calles desplumadas por el tren que no llegó. Caos. Todo es un inmenso caos; septiembre es devorado del almanaque y octubre hace fuerzas para mantenerse en pie. Triste liviandad de un invierno marchito y una primavera barroca. Traspaso vano de uno a otro. Y la congoja parece alternarse arbitrariamente entre los minutos, plantando banderas de confusas inscripciones, con cierta tendencia al despilfarro de pensamientos y al derroche de interés, pero absolutamente hipnóticas. Y los septiembres se rinden y los octubres perecen. Resignación en un suelo insufrible y un cielo inalcanzable.
Enorme, enorme cielo. Tan amplio y libre en apariencia, tan fronterizo en detalle. Cielo aduanero. Maldito cielo.
Despierto. Y el fuego aguarda hocicudo a la orilla de la chimenea, esperando algún febrero entre tanto septiembre y octubre. Mientras el humo de aquellos sueños se estira como liviano algodón, enhebrando fantasías multicolores de muchas fuerzas y pocas probabilidades -estadísticas, todo se limita a ellas: improbabilidades de probabilidades probables. ¿Cuántas probabilidades convierte a algo en una verdad?-. Y la piel se eriza cuando la última fantasía enhebrada la roza, en ese humo suave que desaparece en el torbellino de la respiración. Como la luz, que se esconde detrás de su invisibilidad y sólo se deja ver en el cuerpo de otro.
Ingresa por la ventana un importante caudal de luz, pero no lo veo. Sé que sucede porque los objetos se iluminan, pero no tengo más prueba que mi estúpida lógica racional. Agudizo mi visión y descubro pequeñas partículas de polvo flotando en el aire que delatan la forma del rayo de luz. Pero sólo veo el disfraz de lo invisible, la coraza de lo inexistente. Resulta familiar ese sentimiento.
Sueño. Las nubes de formas grotescas se pegan unas a otras. Es imposible predecir sus movimientos, parecen ser jaladas de uno y otro lado con la misma fuerza y entusiasmo. Y el tiempo, incapaz de sucederse con cordura, decide aniquilar los meses. Rara vez se resucita a sí mismo en el pasado. Rara vez afronta su incapacidad de detención. Omnipotente él. Imperfecto como la distancia. Inquebrantables los dos, invencibles juntos.
La espera huele a desesperación. Los recuerdos de las palabras comienzan a tener vacíos enormes y silencios atroces. Las imágenes se borronean en la memoria. Las fantasías no suplantan esa forma tan humana de extrañar. La ausencia es hermana del olvido.
Despierto.

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Birmania libre.


(A pesar de que no es normal que en este blog se hagan menciones a este tipo de situación, la realidad y mi condición de blogger me empujan a formar parte de este pedido unánime de todo el mundo blog. Más información aquí.)


 

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