El proceso. (Nada Kafkiano)
Entré en la habitación, con miedos pero esperanzado, porque la realidad era lo suficientemente dura como para que sea cierta. Al cerrar la puerta detrás de mí, él se inclinó para verme y dibujó un gesto de reprobación que bastó para notar que había estado esperándome desde hacía largo tiempo. Tomé una silla y la acerqué a la cama, luego me senté a su lado mientras él esquivaba mi mirada. En ese momento dudé del gesto anterior, ahora veía en su cara cierto fastidio por alguna especie de costumbrismo inexplicable; como si mi primera visita fuera predecible o, incluso, repetitiva.
Cuando se sentó en la cama, luego de hacer un esfuerzo enorme, pude notar lo delgado que estaba, la escasa movilidad que tenía en su brazo y pierna izquierda y, también, una herida que parecía reciente detrás de la oreja. Hacía tan sólo cuatro días que estaba internado.
- ¿Cómo estás? – Pregunté apresuradamente, con más deseo de romper ese silencio prolongado e incómodo que con verdaderas ganas de saber su estado.
- Me estoy muriendo, ¿lo recuerdas? – Dijo secamente, como quién contesta de mala gana.
Todo le pasó muy rápido, según entiendo; un dolor de cabeza que duró una semana y pérdida de movilidad progresiva en su lado izquierdo que casi le impedía caminar. El domingo pasado, cuando entró a la clínica, le descubrieron algo en la cabeza y, tras muchos estudios, los médicos comenzaban a hablar de un tumor. Pero no podía ser cierto.
- Todo va a salir bien.- Dije pensando en el presunto tumor y en la operación que le realizarían el día siguiente.
- Es simple decirlo, desde allí, sintiendo tu despreciable omnipotencia e invulnerabilidad -replicó luego de lanzar una risa irónica-. Aún no comprendes nada, ¿verdad?
- Sí, lo sé, parece que es un tumor, pero seguramente es otra cosa –dije tratando de mostrarme compasivo-. Y si llegara a ser así, tienes que entender que no puede pasarte nada. ¡Vamos, tienes veintiún años!
Giró su cabeza con reprobación y llevó la mirada a la pared. Así permaneció varios segundos en silencio, a sabiendas que yo estaba observándolo, pero sin importarle mi presencia. Yo me mantuve tratando de comprender su pesimismo, me costaba entender por qué él no podía darse cuenta que tal vez mañana, al levantarse, todos sus movimientos habrían vuelto, su dolor de cabeza desaparecido y ese algo que tenía adentro habría marchado de la misma manera que como llegó.
- El golpe que sufrirás cuando comprendas lo que está pasando será mayúsculo.- Dijo de repente, provocando un sobresalto en mí.
¿De qué estaba hablando? Él es el que estaba allí, postrado en la cama, con algo en la cabeza y con una operación planificada para el día siguiente.
- ¿Por qué hablás de mí? –pregunté sin esperar una respuesta-. Yo te entiendo, sé que estás nervioso por lo de mañana, pero tenés que ser optimista. Estas cosas no le pasan a personas tan jóvenes como vos, o como yo. No sucede esto en la realidad –dije poniéndole énfasis a mis últimas palabras-. ¿Te molesta que haya venido?
Sonrió otra vez con ironía y clavó su mirada fijamente en la mía. No pestañeaba, sólo me observaba casi como si pudiera hablarme únicamente con sus ojos. Trataba de explicarme algo, pero esa mirada me estaba incomodando y los segundos pasaban inertes sin cesar. Pude verme reflejado en sus ojos, pero me costó reconocer mi rostro, como si mi imagen se confundiera, de golpe, con la suya.
- ¿Quieres que me vaya?
- Haz lo que sientas.
Me levanté un poco molesto por su apatía, por el poco agradecimiento que mostró ante mi gesto de visitarlo; y él era conciente lo mucho que detestaba los hospitales.
- Bueno, me voy. Mucha suerte mañana. Y tranquilo que todo estará bien.
Caminé hacia la puerta y justo cuando estaba por abrir la puerta su voz me detuvo.
- No podrás salir de la habitación. ¿Sabes por qué? Porque nunca ingresaste. Eso quieres creer; pero estás aquí, encerrado, junto a mí sin siquiera comprenderlo, sin aceptar tu fragilidad. Sólo buscas escapar de tu realidad, que es la misma que la mía.
Cerré los ojos unos instantes para tomar impulso para contestarle, pero al abrirlos todo estaba situado distinto, incluso yo mismo. Estaba acostado, la habitación se había transformado en un quirófano; tuve ganas de llorar, pero la anestesia me durmió definitivamente. Y entonces comencé a soñar, y empecé a entender.
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Comentarios
Y, por más que busqué, no logré hallar una imagen representativa, pero en cambio he anexado una canción al comienzo del texto. Para ser escuchada basta con apretar en "PLAY".
Espero que les guste. Saludos.
Recién termino de ver una peli "Constantine", y aunque no es de mi estilo te deja pensando..como vos ahora.
Liliana
Saludos, buen domingo.
Casi estoy de acuerdo con Liliana, aunque una "película magistral" casi puedo ver la secuencia de imágenes de un corto transcurriendo en el cuarto de una clínica, y la transición de una "realidad" a la otra. No hay nada más que agregar, tan sólo esta escena.
Muy buen relato. Invita a la reflexión.
Liliana
Me encantó tu relato...e imaginé cada palabra tuya en mi mente...y lo leí varias veces...porque todavía estoy aprendiendo de esto y comprendiendo al igual que vos, las cosas de la vida.
Besos,
Ivana.-
Espero que mucha gente lea tu relato es excelente!!!!
Abrazos
Ce
Un abrazo